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La paz en el mundo sigue siendo uno de los mayores sueños de la humanidad. Demasiadas guerras siguen devastando países, destruyendo familias, sembrando sufrimiento y rompiendo generaciones enteras. Cada conflicto armado nos recuerda lo estéril que es la violencia, y cuánto necesita la humanidad un despertar de conciencia.

Es hora de poner fin a estos enfrentamientos destructivos y de dar a nuestros líderes la inteligencia intelectual, emocional y moral necesaria para tomar decisiones iluminadas. Decisiones que no prioricen la dominación ni la avaricia, sino que coloquen al ser humano, su dignidad y su futuro en el centro de todo.

La paz no se construye con armas, sino con diálogo, comprensión y la voluntad compartida de edificar un mundo justo y respetuoso. Requiere valentía, sabiduría y responsabilidad. Si cada nación eligiera la cooperación en lugar de la confrontación, el cuidado en lugar de la destrucción, la humanidad podría avanzar hacia un futuro en el que cada persona viva libre y segura.

La verdadera grandeza de un líder no se mide por su poder militar, sino por su capacidad de proteger la vida, preservar la armonía y transmitir a las futuras generaciones el legado más valioso: un mundo en paz.